martes, 11 de septiembre de 2007

Volver a soñar...



Soñar vino después y lentamente,
a tiempo para los pájaros y los poetas
en el Madrid del asedio y la rutina,
de tardes lentas que intuyen los escotes
como sueños de ida y vuelta con perfume
y miradas con tacón de última moda.

Soñar vino después, a solas y furtivo,
a tiempo para las bocas recién hechas,
y los delitos que ocultan los umbrales,
para salvarnos de aburrir las madrugadas,
con la crónica social del desengaño
y la piel que no se quema alma adentro.

Soñar vino después tras la penumbra,
a tiempo de decir que fuimos y olvidamos
y rendirnos frente a frente cada noche,
con el dulce sabor del abandono
de la vida, en suma, que nunca soñaremos




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